miércoles, 2 de mayo de 2018

LECTURAS REPASO 6TO

LECTURA 1

Los Hongos

Los hongos constituyen un grupo aparte, distinto de las plantas, ya que no contienen clorofila. Son
vegetales sin flores, que crecen en lugares húmedos. Se alimentan de organismos vivos o en
descomposición, como los animales. En cuanto a su forma, los hongos no tienen raíces, tallo, ni flores y se reproducen de una forma característica.
En el grupo de los hongos se distinguen: las formas superiores, de gran tamaño, como el mízcalo, y las formas inferiores, de pequeño tamaño, incluso microscópicos, como el moho o las levaduras. El
champiñón (Agaricuscampestris) es un hongo superior típico, formado por un pie, corto y grueso, que
termina en la parte superior o sombrero. Debajo del sombrero, las laminillas, de color rosa o negruzco, están dispuestas como los radios de una rueda. El conjunto del pie y el sombrero se llama carpóforo, y es la parte visible del champiñón. El champiñón tiene una red de filamentos subterráneos, delgados y frágiles: el micelio. El micelio hace la función de las raíces, es decir, absorbe de la tierra y de los desechos vegetales el agua y los alimentos que el champiñón necesita para desarrollarse. Los hongos inferiores son muy diferentes: no tienen carpóforo, y se componen únicamente del micelio. Los más conocidos son el moho que se forma sobre los alimentos, y las levaduras, utilizadas en la fabricación de la cerveza o la elaboración del pan.
El champiñón es un buen ejemplo para comprender la reproducción de los hongos superiores. El
carpóforo (es decir, el pie y el sombrero) es de hecho una especie de fruta, las laminillas del sombrero producen un gran número de celular microscópicas, las esporas. Estas esporas se desprenden del
sombrero y caen al suelo, germinan y producen un nuevo micelio, que crece poco a poco. Si se une a
otro micelio, formara un nuevo carpóforo, es decir, un nuevo hongo. El micelio de los hongos puede vivir y crecer durante mucho tiempo, y a veces alcanza un gran tamaño. Los hongos inferiores, que no se reproducen por carpóforos, contienen las esporas directamente en el micelio.
Los hongos tienen formas muy variadas. Algunos, como los boletos o las setas, no tienen laminillas
debajo del sombrero pero presentan una masa porosa parecida a una esponja, formada por minúsculos
tubos. La extremidad de estos tubos está atravesada por pequeños agujeros, los ascos; en ellos se
forman las esporas encargadas de la reproducción. Las colmenillas se caracterizan por la peculiar y
exclusiva forma del sombrero: éste presenta una serie de alvéolos y negras y crecen bajo tierra en los
bosques de encinas y robles. Algunos hongos como los mízcalos o las trompetas de los muertos son
comestibles y de sabor excelente. Pero otros son venenosos o tóxicos, como la falsa oronja, o incluso
mortales como la oronja verde (Afnanitaphalloides).

LECTURA 2

Huracanes Tropicales

1. Conocidos además como tifones o ciclones, estos huracanes tropicales se originan
principalmente en las últimas semanas del verano y durante el otoño, y su aparición se lleva a
cabo en las zonas tropicales oceánicas localizadas entre los 5 y 10 grados de latitud; sin embargo,
acerca de sus fases iniciales hay poca información.

2. La principal característica de este ciclón se aprecia en las violentas temperaturas acompañadas
de vientos de más de 200 kilómetros por hora, que en el hemisferio norte gira de derecha a
izquierda y entorno a una zona llamada ojo de huracán; en sus límites, el huracán presenta un
grupo de nubes muy denso que se llama muralla o muro de nubes, el cual se prolonga hasta el
límite superior de la troposfera.

3. En el mar, un huracán retarda su movimiento debido al razonamiento sobre la superficie del
agua, disminuyendo también la fuerza centrifuga y el ojo es de menores dimensiones que los de
mayor altura; su forma general se asemeja a la de un embudo.

4. El origen de los huracanes se presenta en los mares calientes, en el momento en que se halla una
capa de aire húmedo sobre el nivel de aguas, alcanzando la superficie marina una temperatura
máxima, y alcanza su máximo punto cuando un sistema divergente en las capas superiores se
coloca por encima de otro sistema convergente en la base: aquí es donde se crea un vértice o
torbellino, el cual acumula gran violencia: al comienzo el huracán se asemeja a un gran temporal, diferenciado por su evolución sobre el mar, lo que le genera una inmensa fuente de humedad y
condensación, además de una gran rapidez de acceso de las masas al interior del mismo.

5. Al alcanzar su máximo desarrollo, la disminución de la presión en su núcleo queda limitada, pero
amplia sustancialmente el área afectada por los vientos fuertes y las precipitaciones, logrando
una extensión que sobrepasa los 300 kilómetros de diámetro.

6. Su debilitamiento comienza cuando entran al continente sobre tierra firme, donde el aire caliente
y húmedo es menor o cuando su fuente de energía se ve reducida o disminuye, o cuando su
desplazamiento los lleva a altas latitudes, donde las aguas oceánicas son mas frías, ya que entre
menor sea la cantidad de vapor de agua disponible, menor es también el transporte de calor.

7. Los huracanes pueden prolongar su duración hasta dos o tres semanas. Cuando nacen en los
océanos tropicales, con determinadas condiciones climáticas, es cuando se dirigen hacia el
Oriente, con la corriente oriental de las capas superiores desviándose hacia el polo; es aquí
cuando en la zona de las corrientes hay mayor concentración de masas de aire frio, que se
encarga de transformar el ciclón cálido en ciclones con frente cálido y un frente frio. Al llegar a
tierras continentales, el componente del viento que penetra en el centro de baja presión
aumenta debido al razonamiento contra el suelo, aumentando así también el movimiento de
ascenso, lo que ocasiona el relleno del ciclón y presenta lluvias catastróficas.

8. Se pueden apreciar las perturbaciones de los fenómenos meteorológicos desde el este en el
siguiente orden: primero se aprecia la aparición de amplios bancos de altos cirros que vienen
varios kilómetros adelante del ciclón; luego se aprecia cómo se aproxima el frente cálido, se ve
como las nueves pierden altura y aumentan su densidad, desciende también la presión y se
produce un marcado cambio de dirección y aumenta la fuerza del viento, el cual está girando de
izquierda a derecha; además, se aprecia un aumento de la temperatura, y por último, cuando el
frente se empieza a alejar, se presenta una estabilización de la presión, un intempestivo cambio
en la dirección del viento, que comienza a circular de derecha a izquierda, y se presenta un cese
de lluvias. Mientras en el sector cálido la estabilidad de la masa de aire determina el tiempo; sin
embargo, aquí los cambios revisten en poca importancia, se aprecia escasa lluvia, temperatura
moderada y poca visibilidad. Muy cerca del frente frio de la rapidez de traslación, así como la de
la velocidad del viento, depende en parte las condiciones del tiempo.

9. Se desarrollan también las corrientes de chorro sobre la zona frontal, en donde los contrastes
térmicos son muy marcados, principalmente en la media y la troposfera. Estas corrientes son más
intensas mientras mayor sea la diferencia de temperaturas entre las masas de aire en contacto.
Las largas estrías de nubes a mediana y gran altura, así como una nubosidad moderada en las
capas inferiores, son la principal característica de este fenómeno dentro del cual el viento alcanza
velocidad entre 300 y 400 kilómetros por hora. La trayectoria de estas masas genera variaciones
en la presión, y conforma ciclones y anticiclones en las zonas frontales afectando el ámbito
climático.

Una nueva Enciclopedia Autodidacta
Página 857
 
 
LECTURA 3
 
Olas gigantes que os rompéis bramando
en las playas desiertas y remotas,
envuelto entre la sábana de espumas,
¡llevadme con vosotras!
Ráfagas de huracán que arrebatáis
del alto bosque las marchitas hojas,
arrastrado en el ciego torbellino,
¡llevadme con vosotras!
Nube de tempestad que rompe el rayo
y en fuego ornáis las sangrientas orlas,
arrebatado entre la niebla oscura,
¡llevadme con vosotras!
Llevadme, por piedad, a donde el vértigo
con la razón me arranque la memoria.
¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme
con mi dolor a solas!
 
 
 
LECTURA 4
 
1. Con diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela
un velero bergatin.
Bajel pirata que llaman,
por su bravura, el Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.
La luna en el mar riela,
en la zona gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y ve el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá a su frente Estambul:
“Navega, velero mío,
sin temor,
que ni enemigo navío
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.
Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés,
y han rendido,
sus pendones
cien naciones
a mis pies.”
5. Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.
Y no hay playa,
Sea cualquiera,
ni bandera
de esplendor,
que no sienta
mi derecho
y dé pecho
a mi valor.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.
A la voz de “!barco viene!”
es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo a escapar;
que yo soy el rey del mar,
y mi furia es de temer.
10. En las presas
yo divido
lo cogido
por igual;
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.
¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río;
No me abandone la suerte,
y al mismo que me condena,
colgaré de alguna entena,
quizá en su propio navío.
Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di,
cuando el yugo
del esclavo,
como un bravo,
sacudí.
Que es mi barco mi tesoro
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.
15. Son mi música mejor
aquilones,
el estrepito y temblor
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.
Y del trueno
al son violento,
y del viento
al rebramar,
yo me duermo
sosegado,
arrullado
por el mar.
Que es mi barco mi tesoro,
Que es mi dios la libertad,
Mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.
 
LECTURA 5
 
Un Niño
A poco más de media hora, cuando se deja la ciudad, la carretera empieza a jadear por unos cerros
pardos, de vegetación raquítica, que aparecen llenos de piedras filosas. En las hondonadas hay manchas
de arbustos y al fondo del paisaje se diluyen las cumbres azules de la Cordillera. Es triste el ambiente. Se
ve arder el aire y solo de hora en hora pasa algún ser vivo, una resdescarnada, una mujer o un viejo.
El lugar se llama matahambre. Por lo menos, eso dijo el conductor, y dijo también que había sido fortuna
suya o de los pasajeros el hecho de reventarse la goma allí, frente a la única vivienda. El bohío estaba
justamente en lo más alto de aquellos cerros chatos. Pintado desde hacía mucho tiempo con cal, hacía
daño a la vista y se iba de lado, doblegándose sobre el oeste.
Si, es triste el sitio. Sentado a la escasa sombra del bohío los pasajeros veían al chofer trabajar y fumaban
con desgano. Uno de ellos corrió a la vista hacia las remotas manchas verdes que se esparcían por los
declives de los cerros.
—Allá —señalo —está la ciudad. Cuando cae la noche desde aquí se advierte el resplandor de las luces
eléctricas.
En efecto, allá debía estar la ciudad. Cuando cae la noche desde aquí se advierte el resplandor de las
luces eléctricas.
En efecto, allá debía estar la ciudad. Podían verse masas blancas vibrando al sol y atrás, como un fondo,
la vaga línea donde el mar y el cielo se juntaban. Paso un automóvil con horrible estrepito y levantando
nubes de polvo. El conductor del averiado vehículo sudaba y se mordía los labios.
De los tres viajeros, jóvenes todos, uno, pálido y delicado, arrugó la cara.
—No veo la hora de llegar —dijo -. Odio esta soledad.
El de line más severa se echó de espaldas en la tierra.
— ¿Por qué? — preguntó.
Quedaba el otro, de ojos aturdidos. Fumaba un cigarrillo americano.
—¿Y lo preguntas? Parece tonto. ¿Crees que alguien pueda o no odiar esto, tan solo, tan abatido, sin
alegría, sin música, sin mujeres?
—No —explicó el pálido-; no es por eso por lo que no podría aguantar un día aquí. ¿Sabes? Allá, en la
ciudad, hay civilización, cines, autos, radio, luz eléctrica, comodidad. Además, está mi novia. Nadie dijo nada más. Seguía el conductor quemándose al sol, golpeando en la goma, y parecía que todo
el paisaje se hallaba a disgusto con la presencia de los cuatro hombres y el auto averiado. Nadie podía
vivir en aquel sitio dejado de la mano de Dios. Con las viejas puertas cerradas, el bohío medio caído era
algo muerto, igual que una piedra.
Pero sonó una tos, una tos débil. El de ojos aturdidos pregunto incrédulo.
— ¿Habrá gente ahí?
El que estaba tirado de espaldas en la tierra se levantó. Tenía el rostro severo y triste a un tiempo. No
dijo nada, sino que anduvo alrededor del bohío y abrió una puerta. La choza estaba dividida en dos
habitaciones. El piso de tierra, disparejo y cuarteado, daba la impresión de miseria aguda. Había
suciedad, papeles, telaraña y una mugrosa mesa en un rincón, con un viejo sombrero de fibras encima. El
lugar era claro a pedazos; el sol entraba por los agujeros del techo, y sin embargo había humedad. Aquel
aire no podía respirarse. El hombre anduvo más. En la única portezuela de la otra habitación se detuvo y
vio un bulto en un rincón. Sobre sacos viejos, cubierto hasta los hombros, un niño temblaba. Era negro,
con la piel fina, los dientes blancos, los ojos blancos, los ojos grandes, y su escasa carne dejaba adivinar
los huesos. Miró atentamente al hombre y se movió de lado, sobre los codos, como si hubiera querido
levantarse.
— ¿Qué le ofrece? —Preguntó con dulzura
— No, nada — explico el visitante —; que oí toser y vine a ver quién era.
El niño sonrió.
—Ah — dijo
Durante un minuto el hombre estuvo recorriendo el sitio con los ojos. No se veía nada que no fuera
miserable.
— ¿Estás enfermo? — Inquirió al rato.
El niño movió la cabeza. Después explico:
—Calentura. Por aquí hay mucha.
El hombre toco sus bracitos. Ardía, y le dejo la mano caliente.
— ¿Y tu mamá?
— No tengo. Se murió cuando yo era chiquito.
— ¿Pero tienes papá?
— Si. Anda por el conuco.
El niño se arrebujo en su saco de pita. Había en su cara una dulzura contagiosa, una simpatía muy viva. Al
hombre le gustaba ese niño.
Se oían los golpes que daba el conductor afuera.
— ¿Qué pasó? — pregunto la criatura.
— Una goma que se reventó, pero están arreglándola. Así hay que arreglarte a ti también. Hay que
curarte. ¿Qué te parece si te llevo a la Capital para que sanes? ¿Dónde está tu papá? ¿Lejos?
— Unju… Viene de noche y se va amaneciendo.
— ¿Y tu pasas el día aquí solito? ¿Quién te da la comida?
— El, cuando viene. Sancocha yuca o batata.
Al hombre se le hacía difícil respirar. Algo amargo y pesado le estaba recorriendo el fondo del pecho.
Pensó en la noche: llegaría con sus sombras, y ese niño enfermo, con fiebre, tal vez señalado ya por la
muerte, estaría ahí solo, esperando al padre, sin hablar palabra, sin oír música, sin ver gentes. Acaso un
día cuando el padre llegara lo encontraría cadáver. ¿Cómo resistiría esa criatura la vida? Y su amigo, que
había afirmado momentos antes que no soportaba ni un día de soledad…
— Te vas conmigo — dijo —. Hay que curarte.
El niño movió la cabeza para decir que no.
— ¿Cómo que no? Le dejaremos un papelito a tu papá, diciéndoselo y dos pesos para que vaya a verte.
¿No sabe leer tu papá?
El niño no entendía. ¿Qué seria eso de leer? Miraba con tristeza. El hombre estaba cada vez más
confundido, como quien se ahoga.
Te vas a curar pronto, tu veras. Te va a gustar mucho la ciudad. Mira hay parques, cines, luz, y un rio, el
mar con vapores. Te gustará.
El niño hizo amago de sonreír.
— Unq, unq, yo la vide ya y no vuelvo. Horita me curo y me levanto.
Al hombre le parecía imposible que alguien prefiriera esa soledad. Pero los niños no saben lo que
quieren.
Afuera estaban sus amigos, deseando salir ya, hallarse en la ciudad, vivir plenamente. Anduvo y se acercó
más al niño. Lo cogió por las axilas, y quemaban.
— Mira — empezó —… allá…
Estaba levantando al enfermito y le sorprendió sentirlo tan liviano, como si fuera un muñeco de paja. El
niño le miro con ojos de terror, que se abrían más, mucho más de lo posible. Entonces cayó al suelo el
saco de pita que lo cubría. El hombre se helo, materialmente se helo. Iba a decir algo y se le hizo un nudo
en la garganta. No hubiera podido decir que sentía ni por qué sus dedos se clavaron en el pecho y en la
espalda del niño con tanta violencia.
— ¿Y eso, cómo fue eso? — atinó a preguntar.
— Allá — explicó la criatura mientras señalaba con un gesto hacia la distante ciudad—. Allá un auto.
Justamente en ese momento sonó la bocina. Alguien llamaba al hombre y él puso al niño de nuevo en el
suelo, sobre los sacos que le servían de cama, y salió como un autómata, aturdido. No supo cuando se
metió en el automóvil ni cuando comenzó a rodar. Su amigo el pálido iba charlando:
— ¿Te das cuenta? Es la civilización, compañero… Cine, luz, periódicos, autos….
Todavía podía verse el viejo bohío refulgiendo al sol. El hombre volvió el rostro.
— La civilización es el dolor también; no lo olvides — dijo.
Y se miraba las manos, en las que le parecía tener todavía aquel niño trunco, aquel triste niño con sus
míseros muñoncitos en lugar de piernas.
Más cuentos escritos en el exilio
Juan Bosch. Páginas 49-54


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